jueves, 30 de enero de 2014

Una sombra bajo un árbol, Squares Jumping y un padre

Una temperatura agradable y una sombra bajo un árbol era lo único que quería Mario San Martín. Y lo tenía. Su conferencia había acabado y en lugar de irse a casa o pasear por la ciudad, decidió quedarse andando por Ciudad Universitaria y respirar el aire juvenil de la zona. Lamentaba no haber acabado nunca la carrera, pero aún estaba a tiempo de empezar unos nuevos estudios. Tenía dinero ahorrado y sus obligaciones literarias no se lo impedirían. Ya había publicado su nueva novela y todavía quedaba para terminar de escribir y comenzar las revisiones de una nueva, ésta más corta. ¿Qué le frenaba entonces para estudiar? Realmente nada. Ni siquiera su relación con Lorena. Es más, eso era lo opuesto a un freno. Ella le animaba continuamente a resarcir lo no hecho en el pasado mientras tuviera el cerebro en buenas condiciones.
Mario miraba a los jóvenes estudiantes, y algunos no tan jóvenes como él, incluso más mayores, que caminaban por la avenida camino de una u otra facultad, o hacia el Metro para volver a sus casas después de las clases. Tenían vitalidad y buen ánimo la mayoría a pesar de que el momento no era el más propicio para pensar que la vida es un buen lugar para caer. O que España es un buen país para vivir. Sí, tenía una buena dosis de playa, montaña y campo. Buen tiempo para pasar el verano a la orilla del mar, ciudades bonitas, acceso a una alimentación variada y natural... Pero había muchas cosas que no favorecían que él hablase bien del país. ¿Se estaría rebelando la ciudadanía, sobre todo la juventud, contra todo lo que debía rebelarse y de la forma adecuada? Él tenía sus dudas, pero ahí estaba. Algunos chavales a los que hablaba le preguntaban si se uniría. Él les contestaba que se lo tenía que pensar. Ellos le decían que se lo pensara rápido. Mario no tenía ninguna prisa. No porque quisiera esperar y de tener éxito, subirse al carro. Sino porque realmente no tenía ninguna prisa. Los grandes cambios no llegan de la noche a la mañana o de un día para otro. 
-Ni Roma se hizo en un día ni el Estado español se cambia en un año -les advertía-. No tengáis prisa por querer cumplir en un mes los objetivos que perseguís porque no lo vais a conseguir y acabaréis frustrados, peor de lo que estabais cuando empezasteis.
Algunos le hacían caso. Otros decían que era demasiado pesimista. Pesimista no, realista, afirmaba él. Eso es lo que dicen los pesimistas, le replicaba una alumna. La pelirroja, la que, según Lorena, estaba enamorada de él. ¿O una morena? ¿O las dos? No lo sabía, a Lorena le gustaba tomarle el pelo y muchas veces Mario no era capaz de distinguir cuándo le hablaba en serio y cuándo no. Un estudiante pedaleaba en la bici por un carril adecuado para ello que iba junto a la avenida y una persona gritaba mientras se tiraba de un grúa y subía y bajaba. Mario veía cómo iban subiendo y se tiraban desde lo alto. Los estudiantes decían que les servía para aliviar las tensiones de los exámenes. Y posiblemente era cierto. Una buena descarga de adrenalina nunca es mala siempre y cuando puedas soportarla. Pero él no probaría. Lo que le faltaba era perder el conocimiento mientras se tiraba de una grúa y que el suelo contra el que podía estrellarse fuera lo último que viera en su vida. Antes de irse a cobijarse bajo la sombra de un árbol pasó por una tienda colocada cerca de la grúa. Había unas cinco o seis personas dentro y una mujer hablaba dirigiéndose a una cámara. Ella estaba sentada. Mario la conocía, la había visto en televisión. La escuchó. Dieciocho pisos... No, definitivamente ni loco se subiría para tirarse ni para quedarse a meditar toda la vida. Sólo cuando montaba en avión se sentía a gusto estando a ciertas alturas, pero tirarse a propósito no entraba en sus planes.
-Tírese, seguro que se desestresa -le dijo una voz de una joven.
Mario se giró y vio a una alumna a la que daba clases. La conocía de cara, aunque no se había quedado con los nombres.
-No estoy estresado. Y aunque lo estuviera no lo haría -le contestó.
-Ella lo va a hacer -dijo mirando hacia la mujer-, igual que otros lo han hecho y lo harán, ¿por qué usted no?
-No tengo sus huevos.
La chica rió y vio a Mario mientras se iba alejando y se sentaba en el suelo bajo un árbol, apoyando la espalda en el tronco. Tras unos segundos de duda, la joven decidió seguir sus pasos y llegó hasta donde estaba.
-¿Le importa que hablemos un momento? -le preguntó.
-No, siéntate y cuenta -respondió él.
La joven dejó la mochila en el suelo y se sentó cruzando las piernas como si estuviera preparándose para meditar. Mario no podía cruzarlas de esa manera, así que las tenía estiradas, apoyando la derecha sobre izquierda.
-¿Cómo te llamas? -preguntó Mario.
-María del Carmen.
-Vas a las conferencias que doy ¿verdad?
-Sí, no me pierdo ninguna.
-¿No tienes nada mejor que hacer?
La chica se rió de nuevo.
-Me gusta resistir la tentación de acostarme con tíos y prefiero verle a usted.
-La Facultad de Psicología debe estar por aquí cerca, pásate y seguro que te ayudarán.
María del Carmen soltó una carcajada.
-No me gusta ser normal, es mucho más excitante salirse de la normalidad.
-Tienes toda la razón.
-Y psicología se estudia en Somosaguas, no aquí.
-¿De qué quieres hablar?
La chica respondió a la pregunta y estuvieron hablando un rato mientras una tras otra varias personas se tiraban de la grúa. 
-Es el Squares Jumping de Kellogg's -comentó María del Carmen-. Te subes, te tiras y adiós estrés de los exámenes.
-Cuando yo estudiaba el estrés nos lo quitábamos bailando, quedando con los amigos... Los que tenían suerte y novia follaban.
-Ahora nos tiramos de grúas a sesenta metros de altura. Y algunos seguimos follando, pero mucha gente no y anda jodiendo a los demás.
-Tú no jodes, ¿verdad?
-Nada -respondió ella con picardía.
-Qué afortunados son los que te rodean.
La joven rió de nuevo. Mario pensó en Lorena. Ella también reía mucho.
-¿Cómo se llama su novia? -preguntó después de reír.
-¿Qué novia?
-Qué gracioso... La novia que le pegó la bofetada a Jorge.
-Así que se llama Jorge.
-Sí. Pero conteste a mi pregunta.
-¿Por qué crees que es mi novia?
-Les vi en El Retiro tumbados en el césped. Y una de dos: o casualmente los dos se encontraron de repente allí y como estaban cansados se tumbaron, casualmente abrazados, o son novios. Porque anillo no lleva y no me lo imagino casado.
-¿No me imaginas casado o no te lo quieres imaginar?
-No me lo imagino.
-No hablo de mi vida privada.
-Yo no voy a ser una de esas que se hacen pasar por periodistas y no lo son.
-Me alegra, pero igualmente no te voy a hablar de mi vida privada. Villlanueva no me deja, me lo tiene prohibido. ¿Verdad Villanueva?
Ramiro Villanueva llegó a donde estaban los dos. María del Carmen se dio la vuelta para verlo.
-Totalmente cierto -dijo-. ¿No te animas a saltar? ¿Tienes miedo a que te dé un síncope mientras subes y bajas?
Mario sonrió y ella le miró con cara de sorpresa.
-¿Está enfermo? -preguntó.
-No tan grave como para morirme. Pero aun así prefiero la sombra de un árbol al Square Jumping.
-Squares Jumping -repitió ella recalcando la "s" final.
-Como se diga. ¿Por qué dices esas cosas en público? -le preguntó a Villanueva.
-Porque si las digo en privado no se entera nadie.
-De eso se trata -afirmó Mario.
-María del Carmen, déjanos a solas, ya le acosarás en otro momento -dijo Villanueva dirigiéndose a la joven. Mario la observó y vio cómo al levantarse, el pantalón vaquero hacía el camino contrario, se le bajaba y dejaba un poco al aire un tanga rosa. Sonrió y pensó en los que se ponía Lorena. No recordaba ninguno rosa.
-Piense en lo que le he comentado, tiene mi teléfono para que me llame cuando decida qué hacer -le dijo María del Carmen mientras se ponía la mochila.
-Me lo pensaré -contestó Mario-. Y no me llames más de usted.
La joven sonrió, se despidió de los dos y se marchó. Villanueva aprovechó para hablar con Mario.
-¿Qué tal va todo con Lorena? 
-Muy bien.
-Me alegra, te ha cambiado el rostro y el carácter, es una muy buena noticia.
-¿De qué quieres hablar?
-Como no me gustan los rodeos, te lo diré claramente. He encontrado a tu padre, Mario...

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