martes, 11 de febrero de 2014

Sueños, sinceridad y secretos a las tres de la mañana

-El otro día soñé que íbamos al entierro de tu madre -le reconoció finalmente Mario a Lorena.
-¿Cómo? -preguntó ella cambiando la expresión de su rostro.
-Soñé que te llamaba tu padre y que te lo decía. Que íbamos a tu pueblo y la enterraban.
-Mi madre murió hace años, Mario.
-Lo sé.
-¿Lo has soñado sólo una vez?
-Sí, sólo una.
-¿Y eso te ha puesto nervioso?
Mario calló.
-Contéstame, Mario. ¿Ese sueño te ha puesto nervioso?
-Era muy real, casi que siento como si lo hubiera vivido de verdad.
-Algunos sueños pueden parecer muy reales, pero no dejan de ser sueños.
-Este es uno de esos.
-¿El sueño fue antes o después de que Ramiro te dijese lo de tu padre?
-Fue antes, no tiene nada que ver lo uno con lo otro.
Lorena se arrimó a Mario le dio un beso en la mejilla, acariciándole la otra con la mano.
-No pienses más en el sueño, no merece la pena -le susurró.
-Debe tener alguna explicación.
-O no, ¿qué más da?
-Cuesta quitarse esa sensación de escalofrío en todo el cuerpo.
-Para eso estoy yo aquí.
-No duermo demasiado y para un sueño que recuerdo...
-Venga, no pienses más en eso.
-¿Tus padres tenían alguna canción especial?
-No lo sé, si la tenían no la recuerdo. ¿Por qué?
-En el sueño, tu padre lloraba al escuchar una canción en la radio.
-¿Cuál?
-'Let the Midnight Special'.
-No me suena.
-Es de la Credence.
-Vale.
Lorena se levantó de la cama y cogió el libro que había dejado en la mesilla de noche antes de dormirse. Salió de la habitación y volvió un par de minutos después.
-¿Quieres un vaso de agua? -le preguntó desde la puerta.
-No, gracias -contestó él.
-Café no te traigo, que son las tres y luego no duermes.
Ella entró en la habitación y se tumbó apoyando la cabeza en el hombro de Mario.
-No tienes que preocuparte por ese sueño, no es grave, cariño.
-Lo sé, pero no se me va de la cabeza. No sé porqué lo he soñado.
-Nadie sabe por qué sueña lo que sueña. No podemos controlar los sueños, no le des más vueltas, no seas tonto.
-Dame un rato, ya me calmaré -Mario le dio un beso en la frente.
Lorena sonrió y al mismo tiempo se quedó con cara de preocupación. Empezó a pensar en su madre y ella también se preguntaba por qué Mario había soñado con ella. Y con su padre.
-Tenemos que ir a ver a mi padre un día de estos -dijo finalmente.
-Claro, cuando quieras.
-Pero no se lo cuentes.
-No tenía pensado hacerlo.
Lorena le miró.
-¿Qué más soñaste?
-Tu padre te daba un regalo que decía que habían guardado durante años.
-¿El qué?
-Un vestido y unos zapatos que te ponías de pequeña, cuando querías ser una princesa.
Ella sonrió.
-No recuerdo ningún vestido en especial.
-Menos mal, si llegas a tener uno así me asusto.
Lorena se rió.
-Sí, menos mal...
-Hubiese sido demasiado extraño para dos personas como nosotros.
-Somos una pareja ideal: inteligentes, ateos, atractivos y con mucho y muy buen sexo.
Mario se rió a carcajadas.
-Creo que sólo puedo decirte que sí a dos de las cuatro cosas. ¿Adivinas cuáles?
Loren se incorporó en la cama apoyando su cuerpo sobre un brazo estirado.
-A veces eres un poco idiota, imbécil, genial y merecedor del Premio Cervantes. ¿Adivinas cuáles son verdad?
Los dos sonrieron y se miraron a los ojos como sólo las parejas que se aman de verdad pueden sonreír. Pero Mario se quedó serio unos segundos después.
-¿Qué pasa? -preguntó Lorena.
-Nada.
-Mentira. No puedes pasar de reírte a estar serio tan rápido.
-Sí puedo y no tiene que pasar nada necesariamente.
-Dime, ¿qué te pasa? Algo te preocupa desde hace tiempo y no me lo dices. ¿Qué es que no puedes ni decírmelo a mí? Si somos sinceros, somos sinceros, ¿no?
-Una cosa es ser sinceros y otra es no contarlo todo.
-La sinceridad también implica no tener secretos.
-No, la sinceridad implica decir la verdad, no decirlo todo.
-No quiero que tengas secretos conmigo. Al menos no si te cambian el ánimo como lo hace el que no me quieres contar.
-Todos tenemos secretos.
-Sí, claro que sí. Pero puedes confiar en mí. ¿Tan malo es que no me lo dices?
-Más o menos.
-¿Has matado a alguien?
-No.
-¿Te prostituyes?
-No.
-¿Eres traficante de drogas?
-No.
-¿Perteneces a la mafia?
-No.
-¿Eres militante del PP?
-No.
-Joder, pues no entiendo qué puto secreto tienes que no me quieres contar lo que es.
-Oye, cuida esa boca.
-Cuido lo que me sale de la po...
Mario le tapó la boca con la mano y ella sonreía. Intentó morderle la mano para acabar la frase, pero él con rapidez le cogió la cabeza con las manos y la besó en los labios.
-Podrás darme mil besos, pero jamás podrás evitar que me calle.
-Yo no soy el único que a veces es tonto, ¿lo sabías?
-No digo que seas tonto, sino idiota e imbécil, que es peor.
-Cualquier insulto que salga de tu boca es música para mis oídos.
-¿Música buena o reggaeton?
-La mejor de las músicas habidas y por haber.
-Mmmm, me gusta lo que me dices -dijo ella rodeando su cuello con los brazos.
-Me gusta que no lleves ropa interior debajo del camisón.
-Me agrada la sensación de libertad.
Se besaron en los labios y ella se tumbó encima de él, cogiéndole de las manos y llevándolas a su culo.
-No te creas que me he olvidado de que me tienes que contar lo que te preocupa -le advirtió Lorena.
-Intentaré que te olvides.
-No lo vas a conseguir.
-No pierdo nada por intentarlo y ganaría mucho si lo consigo.
-Mario... -le quitó las manos del culo y apoyó el brazo en su pecho-. ¿Qué ganas si te callas lo que sea que te hace sentir mal? Ya te lo digo yo: no ganas nada y pierdes mucho.
Mario la miró y la besó en la boca.
-Intentemos dormir -le dijo.
Lorena le miró con cara de resignación y se tumbó a su lado, tocándole el pecho con la palma de la mano, sintiendo cómo subía y bajaba mientras respiraba. Cerró los ojos. Mario, sin embargo, los mantuvo abiertos.

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