lunes, 20 de enero de 2014

Una cena de cumpleaños, una manifestación y un paseo por el lado salvaje

El champán se derramaba de las copas con los brindis. Era el primer año que celebraba el día de su cumpleaños desde que era un niño. No creía que estar un año más cerca de la muerte fuese un motivo para estar feliz y brindar. Pero aquel año Lorena y Ramiro Villanueva le obligaron a cenar en un restaurante para celebrar su cumpleaños. No habían llegado más cartas amenazadoras y no habían notado nada extraño en su entorno. Las conferencias a los alumnos seguían su rumbo, Mario no había sufrido más síncopes desde el último varias semanas atrás y su editor le animaba para estar lo mejor posible de cara al lanzamiento de su próximo libro. Tenía una mujer en su vida que lo amaba y sonreía más a menudo que antes. No era otra persona, pero si existe la felicidad y si es posible alcanzarla, parecía que Mario San Martín estaba en esos momentos más cerca de lograrlo de lo que llegó a estarlo nunca antes.
El bullicio de las calles de la capital no interrumpía su velada. Las decisiones de los poderosos no les afectarían esa noche. No querían saber nada del resto del mundo, sólo disfrutar de su buena compañía unas horas. Lorena y el profesor Villanueva eran las dos personas que mejor conocían a Mario, cada uno de una forma distinta, y se habían puesto de acuerdo para mejorar su calidad de vida. Unieron sus fuerzas en el intento. Una semana antes habían decidido celebrarlo con una cena, y como no pudieron hacerlo ese mismo día, lo dejaron para el domingo por la noche. Con algo de esfuerzo, vencieron las reticencias iniciales de Mario. Ese mismo día, por la tarde, Lorena y Mario estuvieron paseando por El Retiro y comiendo un helado. Ella jugaba con él y le manchaba la punta de la nariz a Mario de chocolate. Se reía de él, le sacaba la lengua y después, con una cara que reflejaba todo lo risueña y alegre que era, le lamía la nariz. Era feliz con Mario y él en cierto modo se resistía a ese tipo de muestras de cariño y amor en público. Pero ella insistía en hacerlo y no podía hacer nada por evitarlo. Y en el fondo tampoco quería que no lo hiciera. Mario tenía una personalidad que lo empujaba a dejar ese tipo de comportamientos para su esfera privada. Más teniendo en cuenta las sombras de su infancia. Pero al llegar Lorena, la oscuridad dio paso a la luz. Sus miedos poco a poco fueron desapareciendo cada día que pasaba.
-Tienes miedo a comprometerte con una mujer por una preocupación irracional. Ser un maltratador no se hereda como el color de ojos. Si no se dan las condiciones ambientales propicias, un hijo de maltratador no se convierte en uno. De haber decidido ser un adolescente conflictivo, lo habrías sido, como otros tantos. Y no lo fuiste. Si fueras un maltratador, hubieses dado señales con alguna mujer anterior y eso nunca ha sucedido. No eres como tu padre -le dijo en una ocasión el profesor Villanueva en su despacho de la universidad.
Villanueva le miraba mientras cenaban. La expresión de sus ojos cuando Lorena le daba un beso en la mejilla. Cuando le robaba comida de su plato y Mario jugaba con el tenedor para recuperar su cena. Cuando los dos leían algo en el móvil que Lorena quería enseñarle. Cuando ella le pedía que les hiciera una fotografía. Ella escuchaba con atención las conversaciones sobre las charlas a los alumnos.
-Por cierto, ¿le pediste disculpas a ese alumno al que pegaste? -le preguntó el profesor Villanueva.
-No -respondió tajante ella con una sonrisa en los labios-. Ni pienso hacerlo.
Hablaban, bebían y comían. Recordaban momentos de los estudios años atrás. Se hacían fotografías, ella escribía un tweet con algunas de ellas y Mario ponía mala cara.
-No seas tonto, que se note que eres feliz -le replicaba Lorena-. Tú mismo decías que no querías dejar de hacer tu vida normal por muchas cartas que llegaran, ¿no? Pues demuéstralo.
Por el momento habían aplazado el viaje a Salzburgo. Villanueva les había convencido para que se quedaran. Ya habría tiempo para viajes románticos más adelante. De hecho, una vez sacado el tema días atrás, habían comprado unos billetes de avión con destino Viena para la segunda quincena de julio. 
-Así descansas después de las entrevistas que te harán cuando publiques la novela -le decía el profesor Villanueva-. ¿Cuándo será la presentación?
-Ricardo dice que para mediados de junio. Antes de la última semana del mes seguro -contestaba Mario.
-Sea cuando sea -añadía Lorena-, el 16 de julio nos vamos.
Brindaron dos veces más. Por la presentación del libro y el éxito que Villanueva auguraba, y por el viaje.
-Mira, otro tweet de una de tus alumnas -le dijo Lorena a Mario después del segundo brindis consecutivo, mientras esperaban el postre-. Parece que ha habido mucha gente en la manifestación de hoy, ¿no? -seguía viendo los mensajes-. Mira, esta pelirroja es la que te digo yo -le dijo de nuevo, dándole un golpe en el brazo-. Está enamorada de ti.
-No lo creo -contestó Mario mirando al profesor.
-¿Quién está enamorada de ti? -preguntó Villanueva sonriendo y echándose hacia delante para intentar ver el móvil de Lorena.
-Esta chica -ella le dio el móvil.
El profesor vio la foto de la joven y sonrió.
-Verónica Ruiz -dijo-. ¿Está enamorada de él?
-Estoy segura de que sí.
-No lo creo -repitió Mario bebiendo un sorbo de la copa de vino.
-Yo te digo que sí. La he visto cuando te ve...
-Me parece muy bien que la veas, pero te equivocas. No hay motivos para que esté enamorada de mí.
-¿Tampoco los había para que lo estuviera yo?
-Tampoco.
-Pero lo estoy. Y ella también. 
-Ella no.
-Bueno, basta ya de discusiones sobre alumnas, no estamos aquí esta noche para eso -intentó interrumpir el profesor-. No tendría nada de extraño que una joven se enamorada de un hombre. Ni que un hombre se enamore de una joven. Ni que una mujer mayor se enamore de...
-Te hemos entendido Ramiro -interrumpió Mario-. No tiene nada de extraño, obviamente. Pero no creo que esté enamorada de mí. ¿Por qué iba a estarlo? No me conoce. Como mucho le gustarán mis ideas. O como doy las charlas. O alguna de mis novelas. Pero de ahí a estar enamorada hay mucha diferencia.
-Lo que tú digas -decía Lorena pasando sus dedos por el cuello de Mario como si estuviera tocando la escala musical en un piano-. Pero te aseguro que lo está. Te mira con una cara que sólo significa que está coladita por ti. Lástima para ella que yo he llegado antes -sonrió y besó a Mario en la mejilla-. De todas formas, estará ocupada en la manifestación como para pensar hoy en ti, ¿no?
-Supongo que sí -contestó Mario cuando sonó su móvil. Le estaban llamando.
-¿Has cambiado el tono del móvil? -preguntó Lorena escuchando la canción-. ¿Lou Reed?
-¿Sí? -contestó Mario descolgando el teléfono deslizando el dedo por la pantalla táctil-. Buenas noches Ana, ¿qué tal estás?
-Sí lo está... -le susurró Lorena al profesor mientras Mario hablaba.
El profesor Villanueva rió y cogió la copa de vino para beber.
-Me suena que algunos alumnos invitaron a Mario a la manifestación, ¿no? -preguntó Villanueva.
-Sí, pero él no ha querido asistir. Por lo menos no hoy. Algunos le han comentado que estaría bien que él les apoyara porque puede ser un cambio. No lo sé, la verdad.
-¿Crees que lo haría?
-Mario es más teórico que práctico. Lo suyo es escribir. Pero ni siquiera se anima con el ensayo. Si las ideas que tiene las plasmara no sólo en las novelas, tendría más éxito.
-Mira lo que le pasó por expresar sus ideas de forma abierta, pública...
-Ya...
-Bueno, ya veremos. No hablemos de trabajo ni de ensayos esta noche. Celebremos que por una vez vive una época feliz. Y todo gracias a ti, guapa.
Los dos cogieron una copa y brindaron. Mario continuó hablando un par de minutos más y después llegó el postre.


Cerraron la puerta de casa. Eran algo más de la una y media de la madrugada cuando llegaron. Fueron directos a la habitación para cambiarse de ropa y ponerse los pijamas. El de Mario era largo compuesto de parte superior y pantalones, con rayas marrones y blancas verticales. Ella se puso un camisón sin mangas, con un escote en forma de triángulo y que de largo le llegaba hasta la mitad del muslo. Después se dirigieron al sofá situado en el salón. Él se sentó y ella se tumbó poniendo las piernas encima de las de Mario, que le acariciaba las espinillas y los tobillos.
-Al final la policía ha cargado contra los manifestantes esta noche -dijo Lorena. 
-Joder...
-¿Crees que tendrán éxito, que las protestas y sufrir los palos de la policía va a merecer la pena?
-Lo que piden es lógico. Pero al luchar contra el propio sistema establecido, no conseguirán nada.
-¿Tan seguro estás?
-Piden que los mismos a los que beneficia el sistema lo cambien para que deje de beneficiarles. ¿Si tú tuvieras el poder harías algo para perderlo o dejarías todo tal cual está?
-Lo dejaría todo igual.
-Pues no dudes de que el PSOE y el PP harán eso mismo. Y los empresarios. Y los banqueros. Y la Iglesia. Todos los grandes poderes no van a cambiar porque lo pidan los ciudadanos. Si lo hicieran, dejarían de ser poderes como tales. Las minorías son las que tienen más por lo que luchar. Tienen más que ganar y menos que perder. Los grandes al contrario. Por eso no se van a hacer el harakiri político. Como mucho habrá algunos cambios para que todo siga igual. Se permitirán algunas licencias. Como con una Carta Otorgada. Aflojo un poco la cuerda, pero la sigo agarrando con fuerza.
-Pero habrá que intentar cambiar el sistema, ¿no? Si beneficia a unos pocos y perjudica a la mayoría, ésta tendrá que rebelarse.
-Por supuesto que tiene que rebelarse. No lo dudes ni por un momento, lo que hace falta en este país es una rebelión, una revolución en toda regla. A poder ser sin violencia. Pero sin violencia no se cambia el rumbo de la Historia, Lorena. ¿Cuántos grandes cambios, cuántas conquistas, cuántas revoluciones que realmente hayan tenido éxito, han sido pacíficas? Los que tienen el poder nunca van a querer dejarlo. Salvo excepciones muy raras. Por eso los movimientos rebeldes tienen que hacer uso de la violencia, porque los que tienen el poder no suelen dimitir por la presión.
-Mubarak lo hizo.
-Esa es una de las excepciones a las que me refiero. ¿Un dictador abandonando el poder porque hay protestas contra él? Lo lógico es que cuando se produce una lucha contra un poder dictatorial sucedan dos cosas: o el poder aplasta de forma violenta la rebelión o los rebeldes matan al dictador. ¿Pero una dimisión? Eso muy extraño. Como que aquí los partidos mayoritarios respondan a las peticiones ciudadanas sin más. No creo que el PSOE o el PP respondan a las reivindicaciones. Sinceramente, creo que se están estrellando contra un muro. Pueden conseguir pequeños logros, pero no van a conseguir ni mucho menos todo lo que se proponen. Lo veo imposible. Y en cuanto al número de personas que van a movilizarse con ellos, que les van a apoyar en la práctica... Me parece a mí que unas cuanta menos de las que vieron a España ganar el Mundial... No confío en el triunfo de los manifestantes. No porque no quiera que suceda, sino porque o se usa la violencia o en este país no se consiguen cambios de verdad, es imposible.
-¿Por eso no vas a apoyarles? ¿No quieres participar en algo imposible aunque sea lo correcto?
-¿Quién te ha dicho que no voy a apoyarles?
-¿Vas a hacerlo o no?
-Tengo que pensarlo. No me gusta involucrarme si no puedo hacerlo. Obviamente estoy de acuerdo con ellos en mucho de lo que quieren. Pero tengo que pensar, de unirme, cómo lo voy a hacer. 
-A Verónica seguro que le haría mucha ilusión que te pusieras de su parte -dijo Lorena acariciando una mejilla de Mario con uno de sus pies.
Mario rió.
-¿Otra vez vuelves con lo mismo?
-No suelo equivocarme.
-Entiendo.
Lorena quitó las piernas de encima de Mario y se puso de rodillas encima del sofá. Avanzó hacia él y rodeó su cuello con los brazos. Mario la miró. Ella sonrió. Le dio un beso en la nariz y se levantó. Se fue hacia la habitación y regresó con el móvil de Mario. Empezó a tocar las teclas.
-¿Qué buscas? -preguntó él.
Ella no contestó. Siguió toqueteando las teclas y buscando hasta que sus ojos delataron que había encontrado lo que buscaba. Subió al máximo el volumen, dejó el móvil en el hueco vacío del sofá y empezó a bailar para Mario con sensualidad. Movía la cabeza lentamente de derecha a izquierda, con el pelo tapándole la cara. Se acarició las piernas con las manos, subiendo por las caderas, levantándose el camisón y dejando a la vista un tanga negro. Se dio la vuelta y recorrió con las yemas de sus dedos sus muslos y su culo, moviéndose al son de la música. Dio una media vuelta más, quedándose de nuevo cara a cara con Mario, y apartó con ambas manos el pelo de su cara, lanzándole un beso a Mario y seduciéndole con la mirada. Dio unos pasos hacia él y le cogió de las manos. Se las llevó a sus piernas y las fue subiendo por sus muslos hasta llegar a su cadera, por debajo del camisón. Las deslizó suavemente hacia el pubis y con sus manos encima de las de él, hizo presión para notar los dedos de Mario sobre su sexo. Inclinó la cabeza hacia atrás mordiéndose los labios. Alzó los brazos para acariciarse la cara y se cogió del pelo. Mario se acercó a ella un poco más, levantó su camisón y le besó el ombligo. Pasó sus labios por su vientre poco a poco, beso a beso. Subió sus manos por debajo de la ropa de Lorena, que con las piernas abiertas movía la cadera con una cadencia que seguía el ritmo de la música. Lo hacía de derecha a izquierda dibujando una elipse de sensualidad, con las manos apoyadas en la cabeza de Mario, que acariciaba sus pechos. Primero sus pezones, después todo el pecho, bajando por los costados desde las axilas hasta la cintura. Todo mientras besaba y lamía el vientre de Lorena. Y mientras Lou Reed les invitaba a dar un paseo por el lado salvaje, él le bajó el tanga...

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