viernes, 3 de enero de 2014

Habitación 14. Historia de una terapia de madrugada

Los dos hombres estaban sentados frente a frente. Era como una terapia, como una sesión con un psiquiatra. Uno busca respuestas, el otro habla. Intentan ir al origen del problema y desentrañar cada detalle que pueda servir para dar con el diagnóstico apropiado y a partir de ahí, seguir hablando y hablando. ¿Por qué hablar tanto? Según el profesor Villanueva, porque es difícil solucionar los problemas de la vida atendiendo a un solo factor. El alcohol, el insomnio, los síncopes... ¿Tenían el mismo motivo? ¿El origen era un mismo hecho? Eso era lo que quería descubrir. 
-¿Por qué en un hotel? -preguntó Mario San Martín dándole una calada a un cigarrillo electrónico.

-Porque vivo aquí -respondió sonriendo Villanueva-. Si Irureta vivía en un hotel, ¿por qué no voy a hacerlo yo también?
-Él ganaba más dinero que tú.
-Por eso lo digo... 
Villanueva se levantó y caminó unos pasos hacia una mesita de noche situada entre las dos sillas. A mano izquierda desde un plano cenital había una cama. A la derecha, una mesa de estudio. Detrás de él, una ventana. Detrás de Mario había un armario y el cuarto de baño. Sobre la mesita había un termo con café, dos tazas, un azucarero con una cuchara dentro y un bote de sacarina.
-¿Quieres? -le preguntó Villanueva mientras se ponía sacarina.
-No, gracias.
El profesor terminó de servirse un café y volvió a sentarse.
-¿Hubieses preferido hablar en otro sitio? -preguntó removiendo el café.
-Hubiese preferido no hablar.
-¿Por qué?
-No lo veo necesario.
-¿Tienes sueño?
-No.
-¿Cuántos días llevas sin dormir?
-Anoche dormí dos horas. La anterior más o menos lo mismo. 
-¿Y las anteriores?
-No más de cinco horas.
-¿Por qué?
-Porque no tengo sueño.
-Eso es imposible. Debes tener sueño, otra cosa es que no seas capaz de dormir bien. De hecho, duermes. Y dormir sin sueño...
-No tengo tanto sueño como para dormir más. ¿Te vale esa respuesta?
-Mejor -Villanueva dio un sorbo al café. Estaba un poco caliente. Cogió un pañuelo de su chaqueta y se secó los labios-. ¿La has vuelto a ver?
-No, aún no -dijo Mario.
-¿Estás triste por no haberla visto aunque te dijo que iría al mismo sitio de la primera noche?
Mario se quedó unos segundos en silencio, mirando a los ojos al profesor.
-No, no la amo, ni la quiero. No tengo que estar triste.
-No te pregunto si tienes que estar triste, sino si lo estás.
-No lo estoy.
-De acuerdo -dio otro sorbo al café-. ¿Con cuántas mujeres te has acostado antes que con ella?
Mario rió.
-No llevo la cuenta. ¿La llevas tú?
-Seis. Dos fueron novias. Tres no lo fueron nunca. La otra es mi exmujer.
-¿Te ayuda ser profesor en la universidad?
-¿A ti te ayuda ser escritor y conferenciante?
-Puede ser, nunca pregunto a una mujer que quiere follar conmigo por qué quiere.
-Bien hecho.
-No sé si está bien o no, simplemente no lo hago.
-¿Por qué no quieres mantener una relación seria con una mujer? ¿Sigues pensando que puedes maltratarla como lo hacía tu padre con tu madre y contigo?
Mario cruzó la pierna derecha sobre la izquierda y se movió para apoyar mejor la espalda sobre el respaldo de la silla.
-Di -insistió Villanueva-. Nunca has maltratado a una mujer, has tenido algunas amigas, aunque no muchas. Ana es amiga tuya, ¿no? y la tratas bien. No pegas ni gritas ni insultas a las mujeres con las que te acuestas una noche.
-A lo mejor sí las pego -dijo sonriendo Mario.
-Eso no es maltrato, en todo caso es sado y no me interesan los detalles de tus encuentros sexuales -comentó el profesor Villanueva mientras se agachaba para dejar la taza de café en el suelo a la derecha de la silla-. Sabes que me refiero a que no tienes comportamientos violentos para con los demás, aunque sí los tengas contigo mismo.
-¿Por qué lo dices?
-Bebes cuando no deberías hacerlo sabiendo las consecuencias. Insomnio más alcohol más síncopes no es una suma que signifique bienestar, sino autodestrucción. Y si encima fuiste maltratado en tu infancia y por eso evitas involucrarte en una relación sentimental con una mujer, la fórmula matemática se complica aún más.
-Es una buena fórmula, la escribiré en la pizarra en la próxima clase.
-El sarcasmo no te va a ayudar, Mario -recriminó el profesor. 
-Tú tampoco me ayudas demasiado, bebes conmigo los sábados por la noche.
-Pero conmigo sólo bebes una copa, nunca más de una.
-Eso es cierto.
-Claro que lo es. También fumas. Y no sólo cigarrillos electrónicos.
-Hago lo mismo con el sexo. Prefiero la versión original, pero de vez en cuando...
-Como cualquier persona que afronte la sexualidad como lo que es. Bien. ¿Cuántas personas saben que fuiste maltratado de pequeño?
-Mi padre, tú y yo.
-¿Cuántos amigos tienes?
-Conozco a bastantes personas. Escritores, editores, algunos periodistas, un par de cantantes, el dueño de este hotel...
-Esos son conocidos, no amigos. No creo que le vayas a contar a alguno de ellos que tu padre te pegaba.
-Creo que mi editor querría saberlo para usarlo en la campaña de marketing de mi próximo libro.
-Posiblemente, pero una gran campaña de marketing no quiere decir que haya un gran libro, sólo ganas de vender mucho para ganar mucho dinero.
-No he dicho que el libro sea bueno, sólo que usaría el maltrato para presentarme como un tío que ha superado graves problemas y hoy en día es un escritor que vende unos miles de ejemplares.
-¿Cómo se llama el libro que estás escribiendo?
-Un asesino a sueldo, un banquero y un anarquista.
-¿Cuál es el malo del libro?
-Hay dos malos y uno bueno.
-¿El anarquista es el bueno?
-Sí.
-¿No crees que muchos pensarán que los tres son malos?
-La anarquía no es mala, la violencia es mala. La violencia es inherente al asesino y al banquero. Uno mata y el otro es capaz de arruinar a cualquiera, de mandarle a la calle si no le paga lo que le debe. No le importan las vidas de los demás, sus sufrimientos, sus problemas. Sólo busca prestar cinco y ganar siete. Sólo ganar, sólo tener más y más dinero. Sin perdonarle la más ínfima cantidad de dinero al deudor salvo que sea político o similar. El anarquista no es violento per se. Puede serlo si se comporta de forma violenta, si pone una bomba o mata a alguien de un tiro. Pero parte de la base de no ser violento porque la anarquía no es violenta, sino que hay quien se aprovecha de ella para actuar de forma violenta dada la ausencia de poderes superiores que lo castiguen. La anarquía tiene muy mala fama.
-Entiendo. Pero contesta a mi pregunta. ¿Cuántos amigos tienes?
Mario volvió a callarse. Se levantó y caminó hacia la ventana. Corrió las cortinas, subió la persiana y miró hacia la calle. La luna era el único astro que podía verse en el cielo. No había ni rastro de los cientos de miles, tal vez millones, de estrellas que pueden verse en una zona rural. Así, mirando hacia el exterior aquella madrugada, permaneció dos minutos. El tiempo que Villanueva esperó sentado. Al no recibir una contestación, se levantó y se dirigió hacia la ventana. Cuando llegó a su lado, volvió a preguntarle:
-¿Cuántos amigos tienes, Mario?
Más silencio. El silencio era a veces más atronador que el ruido de las bombas, que el ruido de un avión estrellándose contra el suelo, que el ruido de un edificio al ser demolido.
-Tú eres la luna en un cielo vacío de estrellas -respondió finalmente Mario.
-En el cielo, en el universo, siempre hay millones y millones y millones de estrellas. Lo que vemos de noche no es más que la luz de esas estrellas hace muchos años. Muchas o pocas, tal vez todas, no se sabe, ya estarán muertas en estos momentos. Pero por mucha contaminación que enviemos a la atmósfera, nunca dejan de estar ahí. Incluso cuando es de día, pero la luz del sol, más potente que la de las estrellas, nos impide verlas. Pero no vienen y van.
-No me des lecciones de astronomía.
-No te las doy. Veamos, ¿quieres decirme que sólo tienes un amigo y que ése soy yo, o que tienes amigos que van y vienen y dependiendo de la mierda que haya, muchos desaparecen y regresan cuando todo ha pasado?
-Tú eres mi único amigo -respondió Mario mirando a los ojos al profesor Villanueva-. Por eso eres el único que sabe que mi padre me pegaba. Eso no es algo que se le pueda contar a un editor, a una compañera de la universidad o a un grupo de alumnos a los que no sé muy bien por qué tengo que hablar.
Dicho esto, los dos hombres se quedaron mirándose mutuamente. Un par de coches aparecieron por la calle, seguidos por una ambulancia. Uno de los vehículos giró en la rotonda dirigiéndose a la Ronda de Atocha. El otro y la ambulancia subieron hacia el Paseo de Recoletos. Otros circulaban camino de la Avenida de Barcelona o llegaban a la rotonda desde el Paseo de las Delicias. No más de cinco personas caminaban por Madrid a esa hora. Una era Fermín, un vagabundo que solía dormir en un banco al pie de la cuesta de Moyano. Hacía frío, aunque no llovía. Un ligero viento hacía que la sensación térmica fuera más baja de la que en realidad era. En la habitación, la calefacción estaba puesta a veinticuatro grados. 
-¿Tienes miedo de enamorarte de esa mujer?
-Me he enamorado otras veces y nunca he tenido miedo.
-¿Entonces por qué te alejaste de esas mujeres?
-Porque... -empezó a hablar pero a la primera palabra se paró, jugando con el cigarrillo con los labios. 
-¿Por qué? ¿Sólo por miedo a maltratarlas? 
-No, sólo por eso no.
-¿Por qué más? ¿No quieres ser feliz? ¿Te da miedo darte cuenta de que puedes amar sin maltratar, es decir, amar, después de toda una vida autoflagelándote pensando que el amor no es algo para lo que hayas nacido?
Mario se alejó de la ventana y se sentó de nuevo en la silla. El profesor le siguió e hizo lo propio. Se agachó para beber de nuevo un poco de café, que se había quedado frío.
-Tengo miedo de que una mujer me conozca y sepa quién soy. Que intente cambiarme, no pueda y se canse de mí.
-Eso es una gilipollez -contestó con firmeza Villanueva.
-Para mí no lo es.
-Para cualquier persona que no seas tú, lo es. Y por lo tanto no lo es. Tú no puedes hablar, eres juez y parte, tu palabra no tiene validez.
-Eso sí que es una gilipollez. ¿Cómo no va a valer mi palabra cuando se trata de mi vida?
-No ves la situación desde la perspectiva correcta.
-¿Cuál es el lado correcto en un dodecaedro?
-No es lo mismo. Hay diversas perspectivas desde las que se pueden ver la vida de una persona. Tú estás justo en el centro y no eres capaz de ver el contexto de forma correcta. No eres un hombre que provoque asco, ni condescendencia. No das miedo. No hay que temerte. Lo que pasa es que no eres capaz de abrirte como lo hace un pavo real, estás escondido como una tortuga en tu propio caparazón, eso es todo.
-No todo el mundo tiene don de gentes. No todo el mundo es agradable o simpático.
-Eso es verdad, pero no creo que seas desagradable o antipático. O antisocial, aunque quieras aparentarlo. Es parte de tu caparazón. Te han hecho daño cuando eras pequeño y has intentado no hacer daño durante la adolescencia y la edad adulta. Eso está muy bien, pero el fin lo has conseguido mediante los medios erróneos.
-¿Tú crees?
-No lo creo, lo afirmo.
-Esa frase es mía, no me la robes.
-No posees los derechos sobre la frase -dijo sonriendo el profesor Villanueva-. Mira, Mario, entiendo que quieras protegerte teniendo en cuenta cómo ha sido tu infancia, pero no debes cerrar todas las puertas y ventanas sólo porque una vez te entraron en casa para robarte. No puedes estar frente a la puerta con un fusil de asalto dispuesto a disparar al primero que llame sin saber quién es, ¿entiendes? ¿Qué pasa si esa mujer desconocida es una de las cientos o miles de mujeres que pueden hacerte feliz, ya no durante todo el resto de tu vida, sino tal vez unos años?
-¿Cientos o miles de mujeres?
-Creer que sólo hay una mujer o un hombre para cualquiera es una estupidez. ¿Cuántas mujeres atractivas, guapas, con una bonita sonrisa, con una risa agradable, simpáticas, inteligentes, con sentido del humor, amables, buenas personas hay en el mundo dispuestas a conocer a un hombre como tú, inteligente y escritor, con dos dedos de frente? ¿O ya no en el mundo, en Madrid, por ejemplo?
-¿Debo suponer que yo no soy ni atractivo, ni simpático, carezco de sentido del humor, no soy amable, no tengo una bonita sonrisa y no soy buena persona?
-A veces eres un poco tocapelotas y eso no es agradable.
-Ése es uno de mis muchos defectos.
-Junto con el hecho de que eres fumador y si no te controlas puedes llegar a ser un alcohólico que muera ahogado por sus propios vómitos.
-Tengo más de 27 años, eso no me va a pasar.
-Tienes 31, ya va siendo hora de que madures y dejes de hacerte la víctima, de pensar que nadie te va a amar, que vas a hacer daño a cualquier mujer que te guste, a la que quieras o a la que ames porque tu padre era un alcohólico maltratador. Ábrete, joder, y deja de ser un estúpido. Puedes ser feliz, no lo eres porque tú y sólo tú no quieres serlo. Muéstrate como eres, quítate esa coraza construida durante años para protegerte de una realidad que sólo existe en tu mente.
-¿Cuánto vas a cobrarme por esta sesión?
-La copa de este sábado me la pagas tú, es una sesión barata.
-Tendré que pagar dos copas.
-No, sólo pagarás una. Tú no beberás alcohol, vas a dejar de tomarlo, a ver si le das un respiro a tu hígado.
-Dejar de beber no estaba en el contrato.
-No lo está, pero Mario San Martín tiene que dejar de hacer el gilipollas. Vas a ser feliz porque cualquier mujer querría estar contigo. La desconocida del otro día, por ejemplo. Algo debió ver en ti cuando fue directa hacia ti. ¿Crees que sólo buscaba una noche de sexo?
-No buscaba sólo sexo, aunque no sé por qué, estaba demasiado decidida como para buscar un simple rollo de una noche.
-¿Qué pasó aquella noche y a la mañana siguiente, Mario, para que respondas con tanta seguridad?
Mario calló un momento. Sacó el teléfono móvil del bolsillo izquierdo de su pantalón y estuvo con él unos segundos.
-¿Lo grabaste con el móvil? -preguntó Villanueva.
-No -contestó con una media sonrisa-. Y no somos tan amigos como para enseñártelo de haberlo grabado.
Estuvo unos momentos más con el móvil y sonó una canción que tenía guardada en el teléfono. Primero, los acordes de una guitarra. Después, una voz rota rozando el susurro comentó a cantar.
-Dice que esta es nuestra canción...

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