jueves, 26 de diciembre de 2013

¿Qué es tener suerte cuando juegas a la ruleta rusa?

Dicen que a veces hay que irse a algún lugar remoto de la Tierra para encontrarse a sí mismo. Yo no lo creo. Para encontrarse a uno mismo no hay que irse al Tíbet ni nada parecido. Sólo hay que ser consciente de lo que uno ha sido, es y será. De a qué ha dedicado su vida y de si eso le ha satisfecho. Si lo quieres oír de otra manera: de si se siente realizado. Para eso no tienes que saber nada de pirámides de necesidades vitales. Y para darte cuenta de si te sientes realizado o no puedes estar en tu casa, no tienes que dejarlo todo. Eso sólo vale como argumento de película o novela, no es necesario en la vida real.

La vida real es jodida y no puedes hacer nada para que tenga un final feliz. No puedes romper la hoja que habías escrito, tirarla a la basura y hacer que el protagonista se case con la mujer que amó, perdió y en media hora recuperó. La vida real no es como una de esas películas de mierda en las que pasados los primeros quince minutos sabes que la mujer atractiva que tiene éxito en el trabajo, es independiente, vital y conoce mundo, acabará junto al hombre que la ha estado cortejando durante todo el film y que, a pesar de ser el hombre más rico del mundo, o ser un triunfador, no se sentirá realizado hasta que no esté con ella. Y claro, cuando por fin se besen por primera vez al final de la película, sonará una música bonita.

No, joder, eso no ocurre en la vida real, que no avanza a fotogramas por segundo. No hay nadie escribiendo el guión de nuestras vidas. ¿Te imaginas que lo hubiera? Qué poca imaginación tendría el que lo hiciera, ¿verdad? Todos los finales serían iguales en su guión: todos morimos antes o después. Y sinceramente, creo que algunos no nos adaptamos a la vida y acabamos acompañados de alcohol y tabaco porque no hay nadie que quiera estar con nosotros. Y muchos nos compadecen y nos dicen que somos unos pobres solitarios y damos mucha penita. Otros nos tratan como si fuéramos un desperdicio, nada más que basura. Y tú...

Aún recuerdo aquella mañana. Habías estado un par de días demasiado rara conmigo. Esquiva. Yo no te había hecho nada, pero como todas las mujeres de mi vida, al final me hiciste creer que la culpa era mía y sólo mía. ¿Cómo podía ser culpa tuya y no mía, si yo era quien siempre había cometido todos los errores? Llegabas por la noche y ni siquiera me hablabas. Yo intenté hablar contigo al principio, pero te acostabas dándome la espalda, sin decir nada. Sé que no te dormías. Sé que estuvimos dos noches sin dormir en la misma cama. No sé si tú fingías que yo dormía, pero no fingía. Sólo estaba dolido y comiéndome la puta cabeza.

Aquella mañana te fuiste sin dar ninguna explicación. ¿Para qué? La mejor idea era marcharte sin más y dejarme completamente sólo, ¿verdad?. ¿Qué coño te hice para que me hicieras daño de esa forma? Jamás te engañé, no te fui infiel, no te pegué, no te grité, no te traté como si fueras inferior a mí porque siempre me he sentido inferior a los demás, siempre procuré que fueras feliz porque sólo hay una posibilidad de ser felices y es mientras estemos vivos. Al morir ya no hay marcha atrás. No soy perfecto, nadie lo es. Claro que pude haber sido más amable o más cariñoso. Y tú también. Y todo el mundo puede ser mejor de lo que es. Busco una explicación, una respuesta a la pregunta de por qué te fuiste sin decir nada... Y nunca la he tenido.

Tú eres la única persona que pudo haberme dado esa respuesta y nunca has querido hacerlo. Dejé de esperar una respuesta a los pocos días de marcharte. Empecé a escribir y a escribir. A romper las hojas buscando un mejor final para nuestra historia. Hasta que me di cuenta de que en la vida real no hay finales felices. Siempre lo he sabido, pero cuando nos enamoramos creemos que el amor es lo que hace que haya final feliz. Pensamos que aunque no tengamos escapatoria a la muerte, al menos si hemos amado y sido amados por una persona, que nos acompañe en nuestro último aliento, eso es un final feliz. Y no lo es. Es el final más triste que puede haber para cualquier historia: la muerte. Empeorado por el hecho de que junto a nosotros está la persona que nos ama y que se siente rota porque no puede hacer nada para salvarnos la vida.

¿Entonces para qué esperar? ¿Para qué esperar a tener demasiada edad como para arrepentirnos de ser tan viejos y estar tan solos? ¿Por qué no acabar con todo antes, cuando aún estamos a tiempo de suicidarnos con dignidad? Sí, con dignidad. El suicidio puede ser estúpido si te dejas comer el cerebro por un sectario que dice venir de otro planeta. Pero en situaciones como esta, el suicidio es la única forma de ser digno. Y ya sabes que la dignidad es lo único que no he querido perder en toda mi vida. Tú me la quisiste arrebatar. Estuviste a punto de hacerlo. Afortunadamente, la dignidad se quedó aquí, al igual que tu libro.

Mi dignidad, tu libro y un revólver. Eso había encima de la mesa. Un revólver y seis balas al lado. Aunque con una sola bala, no son necesarias más para suicidarse. Si te disparas una vez en la cabeza no existe la posibilidad de volver a hacerlo, no somos lo suficientemente rápidos como para apretar el gatillo dos veces seguidas antes de que se nos caiga el arma al disparar la primera vez. ¿Conoces el juego de la ruleta rusa? Claro que sí, hay pocas personas de mundo como tú que no lo conozcan. Metes una bala, giras el tambor, empuñas el martillo y aprietas el gatillo. Hay una entre seis posibilidades de morir. Cinco de vivir. 

Pero hay otra versión más divertida, más apasionante. En lugar de meter una sola bala en el tambor, metes tres. Así hay tres posibilidades de vivir y otras tres de morir. Un cincuenta por ciento. Una sola bala es de cobardes, ¿no crees? Si hay más posibilidades de vivir que de morir el juego no tiene gracia, tiene que estar igualado para que de verdad haya emoción. La vida sin emoción, sin que la adrenalina suba y sin quedarte sin aire por la tensión que supone no saber si cinco segundos después vas a estar vivo, no vale nada. Ahora dime, ¿qué es tener suerte cuando juegas a la ruleta rusa? ¿Vivir o morir tras el disparo?

No creo que puedas darme una respuesta argumentada a mi pregunta. Yo mismo la he buscado día tras día, noche tras noche, y ya la he encontrado. No importa que sea el mayor genio de la Historia o uno de esos hombres de los que el mundo siente pena, condescendencia o asco. O uno de esos hombres que no despiertan ningún sentimiento porque simplemente da igual que estemos vivos o muertos. Pero una cosa sí puedo asegurarte: nunca podrás darme la respuesta adecuada. Una contestación argumentada, sólida, que me convenza de lo contrario de lo que ya he decidido.

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