sábado, 28 de diciembre de 2013

Enamorarse de día, enamorarse de noche...

Eran las dos de la madrugada y llovía. Siempre me gustó andar por Madrid de noche, ya lo sabes. En aquella ocasión, como en tantas otras, todo a mi alrededor me hacía darme cuenta de lo solitario que era. Muchas veces he visto a parejas besarse y saber, estar en lo cierto hasta el último poro de mi piel, que yo nunca formaría parte de una. No es lo mismo un polvo de una noche con una desconocida a la que no vuelves a ver ni la mañana siguiente porque te levantas de madrugada y te marchas sin hacer ruido, o pagar a una puta por media o una hora de sexo, que entregarte sexualmente a una persona que te gusta. A la que quieres. A la que amas.

No te confundas, yo nunca he pagado a una puta para follar. No porque esté en contra de la prostitución, pienso que si una mujer o un hombre, heterosexuales u homosexuales, travestis, lo que sea, quieren cobrar por mantener relaciones sexuales, que lo hagan. A mí no me hacen daño, sólo enfadan a quienes dicen hablar en nombre de un Dios a quien nadie ha visto ni verá jamás. Eso no me importa nada, ni me quita el sueño ni me hace replantearme mi vida. Pero mi vida antes de conocerte era lo bastante oscura como para empeorarla pagando por sexo. Prefiero irme a la cama con una mujer por méritos propios, no porque pague como si estuviera comprando un televisor.

Deambulaba por la calle y vi un cartel que anunciaba música blues. La entrada era estrecha y había que tener cuidado para no caerse por las escaleras. La barra estaba a la izquierda, en un pequeño habitáculo con una barra enfrente nada más bajar, y pasando por una puerta estrecha se entraba en una sala amplia con mesas bajas y sofás repartidos por el local. No había sitio para sentarse, debía ser que los noctámbulos de Madrid habían decidido pasar la noche ahí. Estaba triste y pensé que lo mejor para justificar la tristeza era tomar una copa de whisky. ¿El motivo? La tristeza y el alcohol van de la mano y no iba a ser yo quien decidiera romper ese matrimonio.

La vida se nos puede escapar de las manos a grandes sorbos o poco a poco. Con el wiskhy pasa lo mismo. Puedes deleitarte en tu desgracia, saborear lo que has hecho contigo mismo, lo que la vida te ha puteado o las dos cosas al mismo tiempo. Puedes sentir una especie de placer sadomasoquista al verte a ti mismo perdido en la semioscuridad de un bar. Pero para hacerlo con dignidad es necesario hacerlo en silencio. Si le cuentas las penas al primero que se siente a tu lado, no eres digno. Si te pones a llorar delante de desconocidos a los que no les importas una mierda, no eres digno.

Y así, con la copa llena de dignidad y sin una gota de alcohol, me encontraste. Durante los tres años que estuvimos juntos me dijiste que no sentiste pena, sino que te sentiste atraída por mí. Nunca me lo creí. ¿A quién le puede atraer un perdedor bebiendo alcohol solo de madrugada? Al parecer, a ti. Sin entrar en si nuestra relación comenzó con una mentira o no, el caso es que aquella noche cambiaste mi vida. Me besaste, nos fuimos a tu casa e hicimos el amor hasta quedar exhaustos. Era como si quisieras resarcirme por tantas noches de soledad, por tantas noches sin una mano amiga, una mano amante.

A la mañana siguiente, sin acordarme muy bien de qué hubo entre nuestro primer saludo y el amanecer desnudo a tu lado, nunca me acordaré de ese lapso de tiempo, pusiste la radio. Eras una enamorada de la música de los ochenta y eso me gustó. Pero la canción que el locutor puso no era de esa década. Era del 2001, aunque podía ser de 1987. Yo no lo sabía, no me sé los años de publicación de las canciones. Pero tú si lo sabías. Y por alguna extraña razón, sabías que necesitaba a alguien que me aportara la dosis de felicidad necesaria para no acabar pegándome un tiro. Te metiste en la cama, me besaste en los labios y dijiste que esa debía ser nuestra canción.

¿Enamorarse de día? ¿Enamorarse de noche? Puedes darle mil vueltas a estas dos preguntas, ¿verdad? ¿Qué diferencia hay entre el día y la noche en lo tocante al amor? ¿Acaso la Luna y las estrellas proyectan algún tipo de influjo en los seres humanos que debe quitarnos de la cabeza la idea de enamorarnos de noche? Por muy romántico poéticamente hablando que sea, no creo que exista una relación entre enamorarse de noche y joderla. No recuerdo, ni siquiera, cuándo me enamoré de ti. ¿Fue de día o de noche? No lo sé. Cuando te enamoras no es como cuando suena el microondas porque ha pasado el tiempo que habías elegido para que se calentara lo que habías metido. No hay aviso. Ocurre sin más.

Puede que me enamorara de ti por la noche. No te lo puedo ni asegurar ni desmentir. De lo que sí me acuerdo es de que te largaste por la mañana sin decir nada. Al amanecer estabas, lo sé porque cuando me desperté y me fui, estabas. Cuando regresé a la hora de comer, no. Debiste dejar las maletas con lo más importante en casa de alguna amiga y te dejaste cosas en nuestra casa. No creo que vengas a por ellas. Y si vienes, no las encontrarías. Ya no están aquí, he regalado lo que te dejaste. No lo quería aquí, no te lo quería enviar a ningún sitio, dejando a un lado que no sabía y no sé y no quiero saber dónde estás.

No es rencor. Ni venganza. Ni odio. Sólo he querido pasar página. No olvidarte, porque tu recuerdo me hará pensarme dos veces volver a involucrarme en una relación y confiar en otra mujer. No creo que ninguna llore o se apene por ello. Me sigo acordando de tus ojos, del olor a canela de tu cuerpo, de tu piel sudorosa y brillante cuando hacíamos el amor, de cómo te mordías tus labios con lujuria, de tus risas cuando hacía reír, de cómo me insultabas con cariño cuando te hacía bajar las defensas y te reías de una tontería que hacía. Tú, que decías que sólo te reías con el humor inteligente, como si fueras audiencia fija de Colbert y Stewart. Claro que me acuerdo de todo eso. No puedo olvidarlo y tampoco quiero. Tal vez me esté fustigando, pero ahora mismo no tengo nada más que eso porque me has dejado solo.

Me has abandonado y puede que te hayas deprimido allá donde estés. Puede que hayas pensado en volver a verme, en regresar y darme una explicación. Tal vez en pedirme perdón por lo que me has hecho. Pero eso me da igual. Ya es demasiado tarde para que regreses. Ha pasado el tiempo suficiente como para que si vuelves, te deje entrar. A lo mejor soy un imbécil al pensar que has sufrido por abandonarme. Puede que seas una mujer más feliz sola o con otro hombre que cuando estabas conmigo. Eso no me importa. Me has hecho daño y eso es lo único que me importa. Me has hecho volver a recordar mis miserias. Me has hecho ver de nuevo a ese niño desvalido que gritaba mientras su padre borracho le pegaba...

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